Por Isabel Manuela Estrada Portales
El 12 de junio salía desde Quito a Bonn,
Alemania, a la conferencia de Global Media Forum. Tomé un taxi para emprender
la aventura…no, me refiero a la aventura hasta el aeropuerto de Tababela, que
se ha convertido en motivo de bromas, llantos y maldiciones entre los viajeros
frecuentes y entre los contribuyentes que tuvieron que pagar por él.
Grandes amistades surgen entre
taxistas y pasajeros camino al aeropuerto. Tengo entendido que más de una
relación amorosa ha nacido frente al puente de Chiche… dado que uno puede
pasarse un par de horas esperando, no me sorprendería que se hubieran gestado
embarazos.
Bueno, en la continua búsqueda de
la eficiencia que caracteriza al gobierno actual en Ecuador, al parecer han
decidido mejorar y agilizar el proceso de revisión migratoria en el aeropuerto.
Para lo cual ahora la policía te detiene el taxi a diez minutos del aeropuerto
y te interroga sobre tu destino final, tu motivo para estar en el país, quién
te invitó, tus razones de ser, qué quieren ser tus hijas cuando sean grandes y
cómo fue tu primera experiencia sexual. Mientras esto ocurre, están metiendo
las narices por todas partes y otro policía flanquea al pobre taxista, que no
sé si ellos pensaban iba a salir corriendo y saltar de un solo impulso el
puente de Chiche.
Procedo a los detalles. Ese 12 de
junio, mientras yo iba camino al aeropuerto, la policía detuvo el
taxi y me sometió a un semi interrogatorio, con preguntas como: ¿cuál es su destino?
Yo respondí: aeropuerto. Y me dijeron, no, ¿a dónde viaja? Estábamos todavía a
unos diez minutos del aeropuerto, de modo que ni siquiera sé qué le hizo pensar
que yo viajaba a ninguna parte, dado que la maleta estaba en el maletero, y no
iba a comprarme un espresso y un cuatro leches en el Sweet and Coffee más
próximo. Pero, más importante, la pregunta es: ¿Qué le autoriza a preguntarme a
dónde voy, de dónde vengo o la hora que es?
Como me tomó un segundo reaccionar y recordar que
estaba en Siria, le respondí que mi destino final era Alemania. Entonces me
preguntó por qué estaba en el país, si tenía una invitación del gobierno y cosas
por el estilo. Ya para ese entonces había recuperado mi sentido común y el
desprecio que me despiertan los policías al servicio de autoritarianismos, puse
la cara de sorna que me sale sola en esos casos y empecé a repetir la misma
respuesta para todo: Fulbright. A ellos no les parecía simpático. Ni ellos a
mí, así es que estábamos a mano.
Eran policías armados con uniforme y chaleco. Todo
esto con la cabeza entera metida dentro comiéndome con los ojos y mirando a
todas partes y mientras otro policía tenía la cabeza metida del lado del
chófer. La cosa duró unos cinco minutos.
Me di cuenta de que el chófer estaba asustadísimo,
lo cual me hizo limitar mi cinismo e irreverencia. Era un señor mayor, sesentón.
Y me juraba y perjuraba que nunca había visto eso ni que le había pasado a él.
Y dijo: "esto está ya como Cuba". Justamente, habíamos venido
conversando sobre su visita a Cuba de segunda luna de miel hacía más o menos
una década.
El taxista se quedó bastante tenso. El pobre, seguro
que inicialmente pensó que estaba llevando al aeropuerto a la segunda esposa de
“El Chapo” Guzmán, dado el despliegue. Habían montado un punto de control ad
hoc, pero ni el taxista ni yo vimos que pararan a nadie antes de nosotros. Por
señas ordenaron al taxista a meterse en un carril específico que habían cerrado.
El taxista pensó que a lo mejor era a los taxis, pero vimos que los taxis
seguían pasando sin que los pararan.
Siempre me dan mis sospechas con la autoridad, pero
no quiero creer que mis críticas o investigación los hayan puesto tras mi pista
o estén tratando de intimidarme o algo así. No soy tan importante. Pero por si
acaso les cuento que vengo de una dictadura de 50 años… y ustedes están
empezando ahora.
Ahora bien, lo importante de esto no es si me
trataron de intimidar a mí, sino que exista la posibilidad de que la policía
pueda parar a un ciudadano en las calles y hacerle preguntas por el hecho de
estar respirando al aire libre. Así es en Cuba, de hecho, cualquier policía
puede pedirte identificación por estar parado en una esquina.
Imagínense que la policía o cualquier representante
de la autoridad pueda pararte donde le parezca y empezar a hacerte preguntas
sobre cosas, sin ninguna causa no ya probable, sino ni aparente. Yo no tengo
por qué dar explicaciones a la policía de a dónde voy, de dónde vengo o mis
preferencias alimentarias. No estamos en estado de sitio. No hay ninguna
emergencia. La gente tiene derecho no sólo a la privacidad sino al anonimato.
Yo sé que tengo que someterme a una colonoscopía si la autoridad lo considera
necesario cuando paso seguridad en el aeropuerto. Si decido viajar en avión, ya
sé que esas son las reglas. Pero no hay ninguna razón ni ley alguna que me
obligue a dar parte de mis actividades a cualquier payaso de uniforme. Y si hay
una ley que diga semejante cosa, tengan cuidado, porque las leyes no son justas
sólo porque existen. Todos las dictaduras han pasado leyes. Hay leyes que son
inmorales.
Ecuatorianos, presten mucha atención a las cosas a
las que se someten sonrientes… como diría Reynaldo Arenas, antes que anochezca.
Y no se dejen llevar por el adagio de que siempre es más oscuro antes del
amanecer…porque en Cuba estamos esperando el sol hace más de 50 años.
Lo único que puedo decir es que estaba tan bonita la
carretera al aeropuerto que casi pasó desapercibida la afrenta a mis libertades
cívicas.