Por Isabel Manuela Estrada Portales
‘Mamá, un negro’ escuchó Frantz Fanon en París. En ese momento
entendió con dolorosa, meticulosa claridad, la distancia insalvable entre él y
los blancos de esa ciudad que aún desangraba a su raza como sanguijuelas, como
si fueran otra especie.
Tantos años después todavía tenemos que preocuparnos de
cómo nos ven. Ya no es la mirada sorprendida de un niño en su primer encuentro
con la diversidad, con lo que debería ser diferencia insignificante. Ahora es
la mirada entrenada de los miembros de un sistema de poder que usufructúa esa
diferencia como explicación, juicio moral, código pseudo-genético que nos
separa más que si fuéramos dos especies.
Nuestra imagen debe preocuparnos mucho. Es cuestión de
vida o muerte. Literalmente. Esa imagen va por la calle con una sudadera y la
persiguen. Le disparan como no lo harían con un perro. Esa imagen entra a una
tienda y la siguen, la miran con sospecha. Esa imagen es acribillada a balazos
por la policía, recibe un tiro en la cara cuando toca a una puerta para pedir
ayuda, es balaceada. Esa imagen se comporta mal, bebe, trafica drogas, abusa de
la asistencia social, roba, mata, se amotina, viola, va a prisión. Y entonces
esa imagen se convierte en una confirmación de sí misma. Esa imagen justifica a
los cabilderos de armas que no se atreven a nombrar el color de sus miedos. Esa
imagen, para sorpresa de todos, es rescatada repetidas veces de la pena de
muerte por exámenes de ADN.
Nunca le disparan a una persona con nombre. Es una imagen
demasiado familiar. El rostro familiar de la malicia y la criminalidad. El
rostro familiar del mal. El rostro familiar de todo lo que debe rehuirse. Se trata
de borrar a la negritud en millones de formas.
Esa imagen que fue construida para justificar nuestra
esclavización y continua explotación a través de las recurrentes metamorfosis de la esclavitud,
sorprendentemente, nos perjudica. El 6 de marzo de 1857, el entonces Jefe de la
Corte Suprema, Roger Taney publicó una opinión legal que lo dejó dicho todo:
[Los negros] han sido vistos por más de un siglo como seres inferiores, y
completamente no aptos para asociarse con la raza blanca sea social o
políticamente; y tan inferior que ellos no tienen ningún derecho que el hombre
blanco este obligado a respetar; y que el negro puede justa y legalmente ser
reducido a esclavitud para su propio beneficio. Él fue comprado y vendido, y
tratado como un artículo ordinario de mercancía y tráfico, cada vez que se
podía sacar una ganancia de eso. (Traducción
mía).
Cada vez que esa imagen se confirma a sí misma a través
del mal comportamiento de alguno de sus exponentes, nosotros decimos que somos
lo que ellos dicen que somos. Y esto dificulta que a los blancos de buen
corazón y a aquellos en las estructuras de poder les nazca la buena voluntad de
venir a ayudarnos y decidir que, tal vez, sólo tal vez, es hora de enfrentar
algunas de las causas de la miseria que Ferguson, Missouri muestra, y que es
sólo una instantánea de una realidad muy bien descrita en el artículo Ferguson, Watts and a
Dream Deferred.
Mientras las crisis económicas de la última década y media han pasado
factura al ingreso medio de todas las razas y grupos étnicos, los negros fueron
los más fuertemente golpeados. En el 2012, el ingreso medio de los hogares
negros había caído a 58.4 por ciento del ingreso de los blancos, casi donde
estaba en 1967 – 7.9 puntos por debajo de su nivel en 1999. (Esta tabla del Censo muestra las tendencias a largo
plazo del ingreso de los grupos demográficos más grandes en E.E.U.U.) (Traducción mía).
Tenemos la carga de demostrar la falsedad de algo que
nunca fue verdad. De otro modo, no recibiremos la ayuda que necesitamos para
mejorarnos. Nadie, por supuesto, habla de recibir lo que se nos debe por siglos
de trabajo forzado.
Esa imagen es tan dañina que quienes no nos distanciamos
suficientemente de ella sufrimos más prejuicio en la vida diaria, según dice
Cheryl Kaiser, profesora de psicología de la Universidad de Washington, en un
estudio de 2009.
La investigación ha demostrado que mientras más las minorías se identifican
con su grupo, reportan experimentar más prejuicio…Nuestros estudios ofrecen una
explicación alternativa, al mostrar que los blancos reaccionan más
negativamente hacia las minorías que se identifican más marcadamente, que hacia
las que se identifican de forma más débil. (Traducción
mía).
Por supuesto, esa imagen a veces va a la guerra a
defender un país que la desprecia; se vuelve policía; muere mientras rescata
gente de un edificio en llamas; escribe gran literatura; se vuelve bióloga
marina; encanta con su música; danza en gloria. Pero en esos casos, al menos en
algunos, esa imagen cobra un nombre. Una vez esa imagen se hizo Presidente y de
pronto creímos en la redención, sólo para descubrir que mejorar esa imagen no
era nuestro sino. Comprendimos lo olvidado: que cuando esa imagen es corregida
por la evidencia se sobreviene una reacción negativa sin precedente.
Y siempre nos maravillamos, ¿por qué el crimen de un
negro es una mácula en toda la comunidad y cuando un blanco mata niños en una
escuela no embarra la imagen de la comunidad blanca? De hecho, ¿por qué el que
aún estemos recuperándonos de la explotación salvaje a la que los blancos nos
sometieron nos da una mala imagen; mientras su salvaje crueldad es loada como
el medio para “construir la mejor nación del mundo”?
Pero nuestra imagen
debe preocuparnos. ¡Oh, sí! Debe preocuparnos. De hecho, es un asunto
mortal. La sociedad no es nuestra. Ni nosotros de ella. Es una sociedad de la
que somos la suciedad. Es una estructura de poder que nos tolera sin aceptarnos.
Como el artículo In Ferguson, Black Town, White Power lo describe con tanta aptitud, las disparidades de poder en Ferguson no son
sólo en blanco y negro, sino también en verde, de dinero…Irónicamente, los
negros carecemos del verde del poder. Y con las condicionantes actuales, pasará
mucho tiempo antes de que podamos cambiar eso.
Con básicamente fuerzas policiales blancas que dependen
desproporcionalmente de los ingresos de las multas de tráfico, los negros son
parados por la policía, multados y arrestados en números que superan
ampliamente su representación en la población, según un informe reciente del fiscal general de Missouri. En Ferguson el año pasado, 86 por ciento de las paradas, 92 por ciento de
los registros y 93 por ciento de los arrestos fueron de negros – a pesar de que
la probabilidad de que los policías encontraran contrabando en los choferes
negros era mucho menor (22 por ciento versus 34 por ciento en choferes
blancos). Esto empeora la desigualdad, dado que los negros que ya están pasando
trabajo hacen más para financiar el gobierno local que los relativamente más
acomodados. (Traducción mía).
Esa imagen todavía enriquece a quienes la sostienen. Esa
imagen todavía produce. Esa imagen somos nosotros. Es convenientemente
nosotros. E incluso cuando esa imagen tiene sus manos arriba, en gesto
indefenso de sumisión, aún no tiene ningún derecho que la estructura blanca de
poder esté obligada a respetar. Esa imagen es el único nosotros que el sistema
necesita…y cuando nos amotinamos, oh, entonces, ¿ve? ¿Qué le habíamos
dicho sobre ellos?
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