Este martes visité la Facultad de Comunicación Social (FACSO) de la Universidad Central del Ecuador. Tuve el placer de conocer personalmente a los profesores Roberto Freire y Eduardo Albán, con quienes espero trabajar y quienes me acogieron envidiablemente.
Sin embargo, al entrar en la facultad, más bien pensé que había tomado la máquina del tiempo. No como la que tomo par air a Tejas, sino una que me trasladó a otros años, en una universidad, y especialmente una Facultad de Periodismo – cuyo nombre cambiaba en ese entonces a Facultad de Comunicación Social – también en ebullición. Donde nosotros peleábamos contra la idea de “la universidad para los revolucionarios” porque percibíamos con meridiana claridad la exclusión que representaba… y dónde las ideas de asistencia libre y autonomía universitaria se hubieran pensado un llamado a las armas.
Pero, la verdad es que, en medio del movimiento y los carteles, lo que más me conmovió fue un grupo de jóvenes, alrededor de un enguitarrado, que en corro cantaban canciones que yo no reconocía… y sí reconocía, eran, de algún modo, las mismas de siempre.
Recordé a los amigos entrañables y a Troforo. Y me vino a la memoria esa canción de Silvio, Monólogo, en que se disculpa por irrumpir:
Coincidentemente, este video fue grabado en Quito, en 1996.
Y recordé que nos íbamos de farra, y leíamos a Borges, y luego de la Misa del Gallo nos sentábamos al muro que separa del mar si es de noche a emborracharnos con Guayabita del Pinar y soñar en que moriría el poeta lejos del hogar y le cubriría el polvo de un país lejano.
Favor, no se molesten,
que pronto me estoy yendo;
no vine a perturbarles
y menos a ofenderlos
Vi luz en las ventanas
y oí voces cantando
y, sin querer, ya estaba tocando
Yo también me alegrabaentre amigos y cuerdas,con licores y damas,mas ¿de eso quien se acuerda?…Me recordaron tiemposde sueños e ilusionesPerdonen a este viejo,perdonen.
Y me fui, después de tirar un par de fotos a los carteles que nosotros no hubiéramos podido escribir, y darle una última mirada nostálgica al trovador y su séquito.
Disculpen la molestia,
ya me llevo mi boca
A mi edad la cabeza
a veces se trastoca
En la alegría de ustedes
distinguí mis promesas
y todo me parece que empieza.
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