jueves, 30 de mayo de 2013

Ecuador: Revolucionar las libertades de expresión, prensa y pensamiento


Por Isabel M. Estrada Portales
Irónicamente, el gobierno de Rafael Correa ha decidido declararle la pelea a alguien que compra la tinta por barriles porque la mayoría de la prensa nacional tradicional carece de credibilidad en términos de independencia de los grupos e intereses poderosos. Este no es un fenómeno exclusivo de Ecuador. Sin embargo, en otros países, como los Estados Unidos, otras fuerzas tienen suficiente poder económico para erigir alternativas influyentes.
La prensa tradicional en Ecuador siempre ha servido a los muy estrechos intereses de una élite política y económica que rara vez prestaba atención alguna a la gran mayoría del pueblo. Un público que nunca ha tenido real acceso a los medios difícilmente va a defender una libertad de expresión, muchísimo menos una libertad de prensa, que ni sabía que tenía. Esto es particularmente cierto de cara a las importantes y notables mejoras que impactan directamente las vidas de ese mismo público.
Sé, por experiencia muy personal, cuánto el pueblo ecuatoriana ha sufrido y todavía sufre el impacto de desigualdades e inequidades brutales. También conozco el pasado dictatorial que contó con el apoyo de buena parte de la derecha – y, sí, casi siempre bajo la mirada cómplice de Estados Unidos… por aquello de que el enemigo de nuestro enemigo es nuestro amigo, por desagradable que fuese.
Como en todos los otros países latinoamericanos tomados por una nueva y revitalizada izquierda, el pueblo, los pobres, descubrieron un día que eran muchísimos más y que cada uno tenía un voto. De modo que un líder inteligente que podía ofrecer una nueva propuesta que no incluía un llamado a las armas y sí las necesidades de la olvidada mayoría, podía ser electo con facilidad.
Pero, como cubana, ya vi esta película. Y, como izquierdista rabiosa – y a mucha honra – yo quiero que la izquierda funcione, de una vez por todas, y que sea inclusiva y democrática. Y que siga ganando porque tiene una propuesta mejor que puede ser defendida y debatida y peleada en la prensa, en toda la prensa, y en los blogs individuales, y en los medios comunitarios, dondequiera. Sin miedo.
Soy arrogante y estoy convencida de que tengo la mejor solución para todo. En eso, me parezco mucho al Presidente Correa. Ahí radica mi eterna desilusión con la política estadounidense. Yo sé que yo tengo la razón y ellos se equivocan. Yo sé que el aborto debe ser legal, seguro y esporádico – y que la garantía de un buen acceso a anticonceptivos nos llevaría a esa meta. Yo sé que debían prohibir las armas. Yo sé que un sistema universal de salud es la única opción viable.
Pero a medida que maduro o envejezco, he empezado a entender que el otro 49 por ciento que perdió las últimas elecciones en Estados Unidos – por equivocado que esté, en mi nada modesta opinión – cree en sus posiciones con la misma fuerza y convicción que yo en las mías y no pueden ser simplemente ignorados. Hay que construir consenso y eso es un proceso diario. De lo contrario, tenemos una dictadura de la mayoría. Pero la defensa y el respeto a las minorías es el pilar del proceso político y del contrato social. Una dictadura de la mayoría, dicho sea de paso, no ayuda a fortalecer las instituciones, que son el verdadero repositorio de una democracia saludable.
El consenso se construye en la esfera pública. Los medios, con todas sus falencias, pero también con todas sus posibilidades, ayudan a construir ese consenso, mientras mantienen su ojo guardián sobre el funcionamiento del estado, el sector privado y todas las áreas de la sociedad. Y, si los nuevos medios y nuevas tecnologías representan un cambio maravilloso es por crear la capacidad de que muchos, desde todas las esquinas, puedan ser guardianes del funcionamiento de los medios. No hay necesidad de silenciar, amenazar o imponer. La información errónea se combate con más información y con información correcta.
El estado no es un actor desinteresado que es siempre objetivo y diáfano. Ningún estado puede vigilarse a sí mismo. Irónicamente, muchas de las limitaciones puestas a los medios pueden terminar obstaculizando el proceso democratizador que supuestamente se busca. La misma ley o regla que limita o castiga a un medio de prensa tradicional puede volverse contra cualquier medio: un blog, una cuenta de Twitter, una estación de radio de Internet.
En Ecuador, los intereses comerciales y políticos gobernaron los medios durante mucho tiempo. La pared entre los departamentos de publicidad y de noticias era muy delgadita, si es que existía. Y la gente sabe eso, particularmente ahora que se les repite bastante. Pero ellos también lo saben porque recuerdan que las cosas andaban bastante mal y nada de eso aparecía reflejado en los medios. El público también puede comparar cómo algunos medios están ahora muy dispuestos a cubrir y reportar el menor error del gobierno. De modo que, me imagino, ellos se preguntarán: ¿y ustedes dónde estaban antes? Pregunta justa.
Pero el gobierno ha asumido un papel erróneo para la prensa. El presidente habla de “los periodistas opositores del Gobierno” como si debiera haber periodistas, o medios de prensa, a favor del gobierno. El papel de los medios – independiente, públicos, privados, incluso medios gubernamentales o estatales si lo quieren hacer bien – debe ser el de vigilar al gobierno y a todos los sectores de la sociedad y [des]cubrir lo que está mal, para que pueda mejorarse. Que en el pasado no hayan sido un modelo de periodismo está sencillamente mal. Lo que el gobierno podría hacer ahora es mostrarles cómo se hace bien. El público, el pueblo – a menos que no confiemos en su capacidad de discernimiento – debería y será capaz de ver la diferencia.
Recuerdo cuando el Presidente George W. Bush se quejaba de que la prensa sólo reportaba los daños colaterales o los terroristas suicidas, pero nunca cuando se abría una nueva escuela en Bagdad. Bueno, las escuelas deben abrirse. Las instituciones deben funcionar bien. La normalidad no es lo que la prensa cubre… o descubre. Es el viejo adagio del niño que muerde al perro… Aplaudir lo que el gobierno hace bien cuando hace su trabajo se llama propaganda.
Cuando oficiales del gobierno lanzan una diatriba contra el Reporte Anual del 2012 a la Organización de Estados Americanos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por expresar preocupación sobre el ambiente de prensa en Ecuador, ignoran que ese mismo informe critica las limitaciones a la libertad de prensa en Brasil, causadas por la indebida influencia de intereses económicos y políticos. Si hay un país donde la prensa es fuerte, y cuenta con el inquebrantable apoyo de la derecha, es Brasil, como el ex Presidente Lula, estoy segura, podría atestiguar. 

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